La muñeca de sal
Quería a toda costa ver el mar. Era una muñeca de sal, pero no sabía qué era el mar. Un día decidió ir. Era la única manera de satisfacer lo que pretendía.
Después de un interminable peregrinaje a través de territorios áridos y desolados, llegó a la ribera del mar y descubrió algo inmenso y fascinante y al mismo tiempo misterioso. Era el alba, el sol empezaba a rozar el agua encendiendo tímidos reflejos, y la muñeca no lograba entender.
Por largo rato permaneció allí parada como un poste, sólidamente plantada al suelo, la boca abierta. Delante de ella, aquella extensión atractiva.
Al fin se decidió. Preguntó al mar:
—Dime ¿Quién eres?
—Soy el mar.
—¿Y qué cosa es el mar?
—¡Soy yo!
—...No logro entender, lo quisiera tanto. Explícame qué puedo hacer.
—Es muy sencillo:tócame.
Entonces la muñeca se tomó un poco de valor. Movió un pie y avanzó hacia el agua. Después de varias indecisiones tocó aquella masa con un pie. Sintió una extraña sensación. Sin embargo, tenía la impresión de empezar a entender algo.
Cuando hubo retirado la pierna, se dio cuenta de que los dedos de los pies habían desaparecido. Se asustó y protesto:
—¡Malo! ¿Qué me has hecho? ¿Dónde han ido a parar mis dedos?
Replicó, imperturbable el mar:
—¿Por qué te quejas? Sencillamente has ofrecido algo para poder comprenderme ¿No era eso lo que pedías?
La otra replicó:
—Sí... verdaderamente no pensaba... pero...
Se puso a reflexionar un poco. Después avanzó decididamente en el agua. Y ésta progresivamente, la envolvía, le quitaba algo, dolorosamente. A cada paso, la muñeca perdía algún fragmento. Mientras más avanzaba, más se sentía empobrecida de algo de sí misma, y más tenía la sensación de entender mejor. Pero no lograba todavía decir qué cosa era el mar.
Sacó afuera la habitual pregunta:
—¿Qué es el mar?
Una última oleada engulló lo que quedaba de ella. Y precísamente en el momento en el cual desaparecía, perdida en la ola que la envolvía y la llevaba quién sabe dónde, la muñeca exclamó:
—¡Soy yo!
Leyenda Budista. (de Las Seducciones de Dios, Alejandro Pronzato)